Santiago. Era imposible no emocionarse, era imposible no llorar, los rostros de casi todos quienes oían o miraban lo delataban. Terminaba aquella negación brutal que hace 500 años fue impuesta por la conquista española, de los cuales 200 a cargo del Estado chileno. Los pueblos indígenas originarios lograban su reivindicación histórica y ocupaban el sitial de honor que merecen en un país profundamente negacionista, racista y segregacionista: Elisa Loncón Antileo, mapuche, académica, lingüista, activista, acababa de ser elegida presidenta de la Convención Constitucional en Chile.
Obtuvo 96 votos de los 155 convencionales –de los cuales 17 son representantes directos de los pueblos originarios–, apabullando al elegido de la lista derechista Vamos por Chile, Harry Jürgensen, quien logró 36, uno menos de su sector. Una vez más la derecha erraba para siempre en los anales, porque su derrota era previsible y en vez de reconocer la candidatura indígena, optó por su prosapia elitista.
Pero si la elección de la profesora Antileo fue estremecedora, las palabras que pronunció inmediatamente después, cuando asumió el cargo, se graban en la historia de Chile, vestida ella de sus indumentarias ancestrales:
“Un saludo grande al pueblo de Chile, desde el norte hasta la Patagonia, desde lafkuen (mar, espejo de agua) hasta la cordillera, en las islas, a todos quienes escuchan. Aquí estamos lamien (hermano, de la mujer mapuche), para agradecer su confianza y que depositaron su sueño en el llamado de la Nación Mapuche a votar por una mujer para cambiar la historia. Nosotros lamien muy felices por esta fuerza, que es para todo Chile, para todas las regiones, las naciones originarias y las organizaciones.
“Este agradecimiento es para la diversidad sexual, para las mujeres que caminaron contra toda dominación. Agradecer que instalamos una manera de ser plural, democráticos y participativos. Esta Convención transformará a Chile en un país plurinacional, intercultural y que no atente contra las mujeres, por los derechos de la Madre Tierra y que limpie las aguas. Un saludo a los lamien del Wallmapu (territorio), este es un sueño de nuestros antepasados, se hace realidad y es posible refundar Chile, establecer una nueva relación entre las naciones que conforman este país”, dijo.
La inauguración estuvo comprometida tempranamente cuando la policía reprimió severamente una de las marchas que intentó aproximarse, alegremente y en paz, a la sede del ex Congreso nacional, en pleno centro de Santiago. Cuando la columna estaba justo arribando al edificio, carabineros lanzaron una carga de infantería acompañada de vehículos blindados lanza agua y de gases en las estrechas calles aledañas a la Plaza de Armas. Los sublevados retrocedieron una cuadra y se hicieron fuertes, enfrentándose largamente a piedras y palos y a los uniformados que resistieron la andanada feroz que les vino de vuelta y que los hizo retroceder.
Enterados los constitucionalistas de que eso estaba ocurriendo a pocos metros de donde se desarrollaba la inauguración, algunos interrumpieron la sesión a gritos, exigiendo que la represión cesara y que los detenidos fueran liberados antes de reanudarla. Fueron momentos muy tensos, el cónclave estuvo interrumpido por unas dos horas, hasta que las cosas se calmaron en las calles aledañas.
Al rato de todo lo anterior, en el cerro Huelén –en el centro de Santiago y en el cual los conquistadores españoles fundaron la capital chilena–, una centena de mapuches celebraron, lo reivindicaron, plantando un Canelo, árbol sagrado, festejando lo que ocurría.
“Nosotros hemos luchado por décadas para alcanzar este momento, vemos el tiempo en otra perspectiva que el huinca (personas de raza blanca), hay mucha sangre de por medio y no es una casualidad”, dijo un hombre que levantaba la bandera de su pueblo.
Los territorios mapuche, desconociendo Chile pactos de coexistencia pacífica, fueron invadidos a mediados del siglo XIX por tropas militares que asesinaron a miles y se apoderaron de las comunidades, repartidas después como haciendas a colonos que establecieron latifundios a principios del siglo XX y que terminaron adquiridos después del golpe militar de 1973 por empresas forestales que las explotan a destajo. Hace 20 años que el pueblo indígena viene presentado una resistencia creciente, cada vez más violenta, que se caracteriza por la quema de las haciendas madereras y de los camiones que transportan la riqueza forestal.
Hacia el término de la sesión para instalar la Convención, la presidenta Elisa Loncón Antileo pidió a los constitucionalistas rendir homenaje con un minuto de silencio a las víctimas históricas de la represión del Estado chileno.
“Nos corresponde honrar a los muertos de los 500 años, de las naciones originarias y después del Estado de Chile, las mujeres víctimas del feminicidio, por quienes murieron durante la dictadura, los de la revuelta del 18 de octubre, de la ocupación militar del Walmapu, por todos los muertos de las naciones originarias, para honrar la historia de grandes luchadores sociales, vamos a guardar un minuto de silencio”, indicó.
Los convencionistas, que tienen hasta un año para producir un texto que será sometido a refrendo obligatorio electoral, quedaron convocados para la tarde de este lunes a discutir una declaración respecto de la liberación/amnistía de los presos políticos de la revuelta social del 18 de octubre, y acerca del reglamento que se impondrán.
Aldo Anfossi / La Jornada